Truño guía de París 2010

 

Capital de Francia y probablemente la ciudad más importante de Europa, junto con Londres, y seguramente la más famosa y la que más número de turistas recibe al año. Tiene una población de 2.100.000 habitantes que se extiende hasta casi 12.000.000 con su área metropolitana, lo cual la convierte en la tercera aglomeración urbana más grande de Europa por debajo de Moscú y Londres. 
 
Se la conoce por la Ciudad de la Luz, porque fue la primera en instalar corriente eléctrica en sus calles, o también como “la cite de l’amour”, por el romanticismo que sugieren sus calles con la antigüedad y armonía que las caracteriza. 
 
A mí personalmente, París fue una ciudad que me impresionó mucho (ya sé que no tiene mérito porque a mí me gustan todos los sitios que visito). No sé muy bien por que razón no era una ciudad que me hubiese llamado nunca la atención ni que tuviese unas ganas especiales de verla, y supongo que eso hizo que cuando la visité me sorprendiese mucho más y me rindiese rápidamente a sus encantos.
 
 
Dos cosas me llamaron especialmente la atención:
 
La primera es la sensación de estar en todo momento en el centro de la ciudad.
El área metropolitana de París es enorme, y es allí, fuera del término municipal y por lo tanto de la zona que suele visitar el turista, donde están los edificios cutres construidos a destajo para atender al crecimiento demográfico, los descampados desolados donde te pueden robar hasta los calzoncillos, las zonas suburbiales de clase media sin apenas encantos e incluso muchos barrios residenciales más o menos elegantes con casitas unifamiliares.
El resto, los 105,4 km cuadrados que ocupa el municipio de París, no diré todo, pero si una parte enorme, son zonas repletas de gente, con abundantes comercios, grandes avenidas atestadas de coches que esconden callejones históricos y una arquitectura característica de la ciudad. Muchos son los barrios con monumentos o callejones atractivos de cara al visitante y muchas las zonas que sin serlo, podrían colar como centro histórico y comercial de cualquier ciudad. 
 
 
 
La segunda cosa que me llamó la atención es la armonía de sus calles y edificios en cualquiera de sus barrios y la elegancia que desprenden. Todos los edificios siguen el mismo estilo arquitectónico, son antiguos, neoclásicos, con sus tejas negras en la azotea, todos perfectamente restaurados; sus principales arterias son grandes y majestuosas, con espacios abiertos; sus calles están impecablemente limpias y cuando sales de una gran avenida para adentrarte en los callejones de alrededor, normalmente cargados de historia, te invade una sensación de calma que se contradice con el hecho de estar en una urbe de estas dimensiones y a apenas unos metros de alguna calle atestada de tráfico y bullicio.
 
Esta homogeneidad arquitectónica se va perdiendo a medida que nos acercamos a las afueras, especialmente en los distritos situados más al sur y al este, donde los edificios neoclásicos típicos parisinos conviven con otros más modernos y de mayor envergadura en la mayoría de los casos. De todas formas para mí incluso aquí París sigue siendo París, las calles siguen llenas de gente y de comercios, las terracitas con sus toldos siguen presentes e incluso aunque se note que ya no estamos en el centro de la ciudad, tampoco tienes en ningún momento la sensación de estar muy alejado.