Dicen que aquellos que están marcados por el carácter mediterráneo son alegres, espontáneos, informales, ingeniosos y amantes de la buena vida y el buen comer.
“Soy cantor, soy embustero
Me gusta el juego y el vino
Tengo alma de marinero…”
…cantaba Joan Manuel Serrat en “nací en el mediterráneo”.
Barcelona como ciudad tiene mucho de mediterránea: es muy dinámica, con ambiente en sus calles, cultura de bar, mucha oferta de ocio y gastronómica, abierta al mar y un carácter latino en sus habitantes, que aunque sea menos marcado que en otros puntos más sureños de España, es totalmente apreciable para cualquier forastero que tenga que atravesar los Pirineos.
De todas formas no hay que olvidar que es una gran urbe occidental, con sus problemas, su ritmo de vida frenético y esa tendencia tan propia de las grandes ciudades de desconfiar del desconocido. Así que nadie se piense que esto es Copacabana y nos pasamos el día bailando descalzos en la playa, porque solo somos mediterráneos, no tropicales.
El catalán, aunque sin dejar de ser latino, como ya he señalado antes, es más introvertido y formal que el español de la meseta para abajo. Tiene un humor más indirecto y rebuscado, aspecto este que se conoce como “rauxa”, necesita más tiempo para considerarte de los suyos (aunque no por ello deja de ser hospitalario) y tiene fama de ostentar un sentido común especial, conocido como “seny”. Es también más discreto y comedido en el trato, en las formas e incluso en las ostentaciones, que en algunas otras regiones de España. Todo esto puede hacer que al visitante que venga de otros lugares donde tengan un carácter más cálido, les pueda parecer frío, pero una vez se rompe la barrera de la confianza, el catalán se muestra mucho más cercano al carácter latino de lo que en un principio pudiera parecer. Si que es cierto que para el foráneo, no es fácil integrarse en la sociedad catalana, hay mucha más tendencia que en algunas otras partes de España a formar círculos cerrados. Una vez oí a un tipo de Leon, decir que era muy curioso porque todo el mundo le trataba bien, todo el mundo era amable y hospitalario con él, pero no conseguía hacerse con un grupo de amigos…cuesta…como turista no te importará, como ciudadano tampoco porque ya tendrás tu entorno, pero si vienes a vivir de fuera, te va a costar.
A mí por lo menos, la sensación que me ha dado tras vivir aquí siempre y tratar mucho con gente de otras regiones, es esta; juntas un grupo de madrileños o andaluces (por poner un extremo), y te montan la juerga padre el primer día. Juntas un grupo de catalanes, y primero se tantean, se conocen, se organizan y después te montan la juerga igual de grande.
De todas formas, estoy hablando bastante del carácter catalán, y es cierto que el barcelonés es una mezcla de catalanes con gente de otros orígenes, principalmente de España y, cada vez más, incluso extranjeros o descendientes de ellos, y entre rasgos de unos y otros, sumado al contexto de gran urbe, se ha ido forjando su propio carácter que muy probablemente sea bastante diferente al de otras partes de Catalunya.
También tiene el catalán fama de tacaño y negociante. Yo creo que los distintos estereotipos de cada comunidad, siempre tienen algo de cierto, pero poquito, son caricaturas exageradas basadas en algo pequeñito pero real. Aparte por supuesto de que no se puede aplicar individuo por individuo, ya que cada uno es hijo de su madre, pero sí que es cierto que hay tendencias y costumbres que cambian en cada comunidad. Por ejemplo en Catalunya no está tan arraigada la costumbre de pagarse unas rondas como en otras comunidades (también se hace pero menos)(aunque no me extraña…¡con los palos que nos meten!). Y también es cierto que Catalunya ha sido siempre una de las comunidades más emprendedoras a la hora de crear comercios e industrias, y en definitiva, buscar el modo de hacer engordar el cerdito, y es que al final… “la pela es la pela”.