Milano es una ciudad del norte de Italia que cuenta aproximadamente con 1.300.000 habitantes y 4.280.000 en su área metropolitana. Pertenece a la región de Lombardía, una de las más ricas de Europa y en ella se encuentran las sedes de importantes multinacionales, de periódicos y televisiones italianas e industrias de todo tipo. Es también promotora de numerosas ferias profesionales a lo largo del año y sobre todo es conocida como la ciudad de la moda, con tiendas de las marcas más prestigiosas y continuos desfiles de los más famosos diseñadores. Todo esto la convierte en la capital financiera de Italia.

A nivel turístico, sin ser una de las ciudades más hermosas de la Italia (la competencia en el país transalpino es muy dura), no está en absoluto exenta de encanto. Más allá de su monumento estrella, el Duomo, tiene algo que te cautiva. Puede ser la combinación de lo antiguo con lo moderno, incluso saliendo del centro histórico; como tantas ciudades italianas, hay momentos que te da la sensación de haberte trasladado algunas décadas en el tiempo; por sus tranvías, por su vetusta arquitectura y por muchas cosas más, pero hay otros que sientes haber topado con una ciudad totalmente vanguardista y que propone una imagen mucho más moderna en cuanto a comercios, infraestructuras y mobiliario urbano, incluyendo algunos rascacielos, que la mayoría de sus ciudades compatriotas. En todo momento notas que estás en una gran capital, aunque no lo sea del Estado. Es la vieja Italia con retoques que nos recuerdan que estamos en un lugar del mundo, cosmopolita y moderno. Mi hija dice que tiene Flow. A mí, que soy más viejo y no utilizo ese lenguaje, pero tengo otro tipo de frikadas, no se me hace nada difícil identificarla como la ciudad de la moda y al mismo tiempo trasladarme a los 80 e imaginarme a los extintos paninari invadiendo sus calles. Son sensaciones y cada uno tendrá las suyas, pero estas son las mías y así las explico. Es, por otro lado, una ciudad muy dinámica, muy del norte Italia, con los típicos tópicos del país transalpino, el país más loco de los cuerdos, pero con un punto más pausado, con más clase.

En cuanto a sus barrios más periféricos, así como su área metropolitana, carecen de atractivo turístico y son en realidad muy parecidos en estilo al extrarradio de las grandes ciudades españolas.