Aunque en la provincia hay asentamientos humanos desde el paleolítico, y más adelante pasaron los de siempre (romanos, visigodos…), la ciudad como tal, no nació hasta 1251 d.c., cuando Jaume I el conqueridor autorizó a Ximen Perez de Arenós, lugar teniente del reino de Valencia, a trasladar la ciudad de Castelló a donde le diese la gana. Y la pusieron donde está ahora, hala…habemus Castellón.

Durante la época medieval, fue una ciudad próspera con muchos oficios y comercios (las calles de detrás de la catedral, dan buena cuenta de ello, ya que tienen nombre de oficios).

En 1260, se unió la ciudad con el mar mediante un camino que mandó construir Jaume I y eso dio lugar al Grau.

En 1284, gracias a otra orden, en este caso del hijo de Jaume I, Pedro III el Grande, Castellón consiguió el derecho a autogobernarse y pasó a ser la capital de toda la comarca.

         

En los siglos XVII y XVIII, la ciudad crece económicamente, y por lo tanto también en población, gracias a que se convierte en una potencia en la producción de cáñamo. Y es en esa época cuando se construyen casi todos los puntos emblemáticos que tenemos hoy en día de cara a una visita turística de la ciudad (plaza mayor con sus edificios y alrededores).

En el siglo XIX adopta la forma actual, e incluso llega el primer tranvía, la Panderola, y se erige como capital de la provincia, y en el XX aun crece más, llega el ensanche y sufre la guerra civil, como todas.

Y en la actualidad, pues eso…una ciudad pequeñita, capital de provincia, abierta al mar y la mar de maja.