Truño guía de Sevilla

Como dice la canción “Sevilla tiene un color especial…”,  quizá se refiera al albero, tan presente en muchas de sus fachadas…y no satisfecha con ello, también dice que, “Sevilla tiene duende“ y hechiza al visitante; perderse por las callejuelas de su centro histórico, uno de los más grandes de Europa, deleitarse con las vistas que te ofrece el río Guadalquivir mientras tapeas en una de las numerosas terracitas de su ribera, visitar sus monumentos cargados de historia, asistir a cualquiera de sus fiestas populares o a un espectáculo flamenco, y sobre todo entrar en contacto con su gente  y contagiarse de su alegría y simpatía; todo ello la convierte en una ciudad con una personalidad muy especial. Ya no es una opinión personal, que también, Sevilla es, para muchísima gente, una de esas ciudades que dejan huella.

Sevilla tiene otra cara, ajena a sus encantos turísticos, mucho más acorde a la realidad del día a día de sus habitantes. Son muchos los barrios conflictivos, con serios problemas de infraestructuras y poco atendidos por la administración. Cuando nos alejamos del centro, la ciudad, que para mí sigue siendo mágica, nos muestra la imagen de una urbe en la que se han ido añadiendo suburbios de forma desordenada para atender a la inmigración que ha ido llegando de forma progresiva desde otros puntos de España, principalmente Andalucía.