Historia

 

La historia de Ámsterdam se remonta al siglo XII, cuando era un pequeño pueblo de pescadores a orillas del mar del Norte, llamado Ámsteldam (lo mismo que ahora pero en chino…).

En el siglo XIV pasó a formar parte de la Liga Hanseática (una liga que vete tú a saber…), y se convirtió en el principal centro comercial del norte de Europa. Se vio muy favorecido de su relación con España (Carlos V heredó el país, como el que hereda cuatro joyas…), ya que su puerto pasó a ser uno de los más importantes a la hora de comerciar con el Nuevo Mundo (América).

 

                                           

En el siglo XVI entran en guerra con España, ya que estaban hasta los mismísimos de los abusos a los que eran sometidos y querían la independencia (que cosas pasaban en  aquella época…), que la obtuvieron en 1648 tras “la guerra de los 80 años”, donde fue clave la figura de Guillermo de Orange “el taciturno”.

El siglo XVII fue el siglo de oro de Ámsterdam. Se formó la banca, que convirtió la ciudad en un centro financiero, llegaron judíos exiliados de España que trabajaban las piedras preciosas hasta convertirla en una puntera del tema y aprovecharon su puerto al buscar nuevos destinos y proveedores para su comercio, que compensaban  el veto de España.                            

Además se llenó de artistas e intelectuales que huían de la guerra y la situación política complicada, buscando una vida más próspera que Ámsterdam les ofrecía.

Se creó también la escuela de Ámsterdam, un movimiento arquitectónico del que salieron muchos de los edificios que aún se conservan, especialmente por el centro  histórico.

La prosperidad se acabó al entrar en guerra con Francia, Prusia e Inglaterra.

En 1810 pasó a ser Francesa al ser invadida por Napoleón. Fue nombrada capital de los Países Bajos, país que se independizó 5 años después.

En el siglo XIX vivió un segundo siglo de oro gracias a la revolución industrial.

 

                            

Fiel a su imagen pasota y liberal, se mantuvo neutral en la primera guerra mundial (“a mí no me comáis la olla, aquí a fumar porricos en los coffee shops y paso de politiqueos…”). En la segunda guerra mundial intentó hacer lo mismo, pero los nazis la invadieron y hubo un gran exterminio de judíos en los Países Bajos.

En la actualidad ha perdido fuerza a nivel comercial y a nivel político financiero ha quedado relegada a un segundo plano respecto a la Haya, pero sigue siendo fuerte a nivel industrial, sigue siendo puntera en el negocio de diamantes, y sobre todo es un referente a nivel de tolerancia, convivencia étnica y liberalismo.