Pequeñas y tontonas curiosidades:
 
- Cuando oigas hablar del puente de Triana, recuerda que en realidad se llama puente de Isabel II, importante saberlo porque en todas partes te lo nombran como el de Triana y seguramente en tu mapa figure por el otro nombre.
 
                  
 
 
 
 
- Un aspecto que no me gustó de Sevilla son los aparcacoches. Se trata de unos tiparracos, algunos de ellos con la cara demacrada por la droga, que tan pronto como detectan que estás buscando aparcamiento te señalan alguno que ellos tienen controlado y en cuanto sales del coche acuden rápidamente a pedirte un dinerito voluntario por la vigilancia del coche. Me pregunto que pasará si no les das nada (¿te lo roban ellos mismos?). Yo le dije este verano a uno de ellos que no le daba nada y me puso bastante mala cara (creo que se acordó de mis familiares), pero no ocurrió nada porque yo en realidad solo aparqué diez minutos en los que no me moví de al lado del coche esperando a mi amada que había ido a hacer una gestión.
Hay otros puestos por el ayuntamiento, pero ya se les ve, el aspecto es diferente, suelen llevar un chalequito y hasta te dan un ticket o un papelito.
 
- Por todo el centro de Sevilla verás unos carritos tirados de caballos que te dan un paseo por las partes más emblemáticas de la ciudad. Está bastante bien. Creo recordar que el recorrido duraba cerca de una hora y te clavan cincuenta euritos.
 
 
 
- Si vas con tiempo, puedes visitar Isla Mágica, uno de los parques temáticos más grandes de Europa situado en la misma ciudad, en la isla de la Cartuja, con atracciones, juegos, piratas, restaurantes y espectáculos sobre los distintos continentes.
 
- Entre Sevilla y Córdoba está la ciudad de Ecija, perteneciente a la provincia de Sevilla, que es considerada como la sartén del mundo, dicen que si echas un huevo en plena calle al mediodía, se llega a freír. Yo no lo he probado, pero si he podido sufrir en esa preciosa ciudad la sensación de estar metido dentro de un horno.
 

- Al recorrer sus calles, incluso en los barrios, verás que muchos de los edificios de Sevilla, son blancos con mucha presencia de albero (un color a medio camino entre el amarillo y el dorado), especialmente alrededor de sus puertas y ventanas, o en la base del edificio y en sus ornamentaciones, si las tiene. Este color proviene de una roca caliza y le da colorido a la ciudad. También es muy frecuente, aunque menos, el rojo carmesí.